Y apareció. Antes de lo que pudiera siquiera imaginar. Llevaba años soñando con este momento: ¡el lobo! Nada más y nada menos que el lobo… Mito donde los haya. Desde niño había oído numerosos historias con él como principal protagonista.
Historias y leyendas cargadas de respeto y miedo contenido hacia este ancestral poblador de los valles, cumbres y montañas en que cohabitábamos. Y desde niño lo había buscado con ahínco, pero nunca lo había podido ver, tocar ni oler –aunque lo había sentido, ¡vaya si lo había sentido!–, nunca hasta esta última expedición a los valles y montañas del Saja.